Aquí estamos,
hijos del mismo sol,
hechos de la misma carne,
grávidos del mismo dolor,
pero prisioneros
de distintas esperanzas
impelidos irremediablemente
a conjurar una estela
que dé razón
al aire que consumimos
Por eso no es extraño
que nuestros ojos
no se encuentren
que nuestras manos
traten de asir en vano
las caricias
que ayer las juntaban
y que nuestros pasos
se alejen inexorablemente
al compás de una canción
de cenizas y atardeceres
Y no es culpa
de las heridas
ni del tiempo
nos es lo que dijimos
o hicimos,
lo que callamos
u omitimos
Es la sombra
injerta en nuestros pechos
que al fin
ha comprendido
que el brillo
que perseguía
era sólo el reflejo
-reflejo sólo-
de la luz
que ha de colmar
su sentido.
hijos del mismo sol,
hechos de la misma carne,
grávidos del mismo dolor,
pero prisioneros
de distintas esperanzas
impelidos irremediablemente
a conjurar una estela
que dé razón
al aire que consumimos
Por eso no es extraño
que nuestros ojos
no se encuentren
que nuestras manos
traten de asir en vano
las caricias
que ayer las juntaban
y que nuestros pasos
se alejen inexorablemente
al compás de una canción
de cenizas y atardeceres
Y no es culpa
de las heridas
ni del tiempo
nos es lo que dijimos
o hicimos,
lo que callamos
u omitimos
Es la sombra
injerta en nuestros pechos
que al fin
ha comprendido
que el brillo
que perseguía
era sólo el reflejo
-reflejo sólo-
de la luz
que ha de colmar
su sentido.